domingo, 5 de febrero de 2017

A propósito de "El editor de libros"

   Todos los hombres tienen un mundo interior que les vive dentro. Henry David Thoreau llegó a decir, refiriéndose precisamente a esa dimensión espiritual del ser humano, que “Todo hombre es señor de un reino a cuyo lado el imperio terrestre del Zar es un dominio insignificante”. Mas de entre todos los hombres, hay algunos que tienen el don de transmitir al resto de la humanidad la vastedad de ese cosmos; hombres con el talento de evocarlo mediante el arte, a través del cual son capaces de hacer, de un sentimiento propio, un sentimiento universal, comprensible para el resto.
   Thomas Wolfe fue uno de ellos, y con su cometido de escritor aspiró a ir aún más allá. Quiso no solo hacer de su vida una historia, sino además abarcar la realidad de América en el que es quizá su libro más célebre: Of Time and the River. No obstante, al considerar la proeza de Wolfe, no se pude olvidar la encomiable labor que llevó a cabo Max Perkins como editor de sus libros. Él vio el talento del joven novelista y confió en que sus historias servirían de luz para el resto de los hombres en la noche de este mundo, todo lo cual se ve perfectamente reflejado en la película El editor de libros.  A lo largo de su trama se puede apreciar la relación tan cercana que se estableció entre ellos —casi se podría decir una relación de padre e hijo— en la cual Max Perkins, con su experiencia y un afecto auténtico hacia Wolfe, hizo posible que su obra se diera a conocer y resultara un éxito en Estados Unidos.
   Quizá la escena en la que mejor se retrata su amistad sea aquella en la que aparecen ambos en la azotea de la primera casa que tuvo Wolfe cuando llegó a Nueva York. Mientras contemplan Manhattan, que se extiende a sus pies, Max recuerda al novelista, con una hermosa alegoría, la importancia de su cometido; el de contar historias, y mediante el arte de escribir, dar a conocer su mundo y la realidad de su tiempo a la humanidad, haciendo la existencia de las personas un camino vitalmente más ‘llevadero.’