miércoles, 26 de octubre de 2016

¿Seré yo?

"La forma más contradictoria de la vida humana que puede aparecer en la vida humana es el «señorito satisfecho». Por eso, cuando el señorito satisfecho se hace figura predominante es preciso dar la voz de alarma y anunciar que la vida se halla amenazada de degeneración. (...)
[El señorito satisfecho es] un hombre que ha venido a la vida para hacer lo que le dé la gana... Ya sabemos por qué: en el ámbito familiar todo, hasta los mayores delitos, pueden quedar impunes. El ámbito familiar es relativamente artificial y tolera dentro de él muchos actos que en la sociedad, en el aire de la calle, traerán automáticamente consecuencias desastrosas e ineludibles para su autor. Pero el señorito es el que cree comportarse fuera de casa como en casa, el que cree que nada es fatal, irremediable e irrevocable. Por eso cree que puede hacer lo que le da la gana"
J. Ortega y Gasset, La rebelión de las masas


miércoles, 19 de octubre de 2016

G.K. Chesterton

Autobiografía

Barcelona, El Acantilado, 2003 - 392 pp.            


  Es una autobiografía hecha con recuerdos, más o menos ordenados cronológicamente. Desde antes de su niñez (defensa de la época victoriana), pasando por ésta (defensa de los hobbies, la fantasía, el teatro de cartón...), la adolescencia (escriben para pasárselo bien y fundan una revista en el colegio, lee mucho... me recuerda la autobiografía de Zweig). Luego habla de su juventud, comentando las obras El Napoleón de Notting Hill y El hombre que fue Jueves. Habla de su reacción contra el escepticismo, el materialismo, el pesimismo. Después, de la guerra de los bóers y su posición: que las guerras legítimas son aquellas en defensa de un ideal, no las que se llevan a cabo por conquistar territorios. Trata también de los asuntos de corrupción que denunció junto con su hermano. Habla de la I Guerra Mundial. Aparecen célebres personajes; por extenso: Shaw, Wells y aún Henry James. También otros escritores victorianos y personalidades de la política. Se detiene especialmente en su amigo Belloc. Al final, retoma, de la mano de las historias del Padre Brown, su conversión y la defensa de la fe católica. Enlaza una figura que expone al principio, del hombre de la llave dorada (su padre) con el Dios de la llave dorada; y de un príncipe que va por un puente hacia un castillo en un teatro de cartón (su primer recuerdo de infancia, el hombre de la llave dorada, como lo visible de su padre en el mundo fantástico del teatro de cartón) con el Pontifex, el Claviger, el sucesor de Pedro. Aquél que es movido por su padre en un mundo fantástico... y en el mundo real. 
  El libro es, de algún modo, una última defensa de su vida. Una vida en que ha sufrido el desprecio por defender lo que para él era la verdad. El último bramido de un enorme búfalo moribundo que no sabe cómo decir ya, otra vez, lo que siempre ha dicho: la verdad que él descubrió y el mundo dice buscar. Como un grito de impotencia.
  Para leerlo, no está de más saber algo de la historia y la política de Inglaterra de los siglos XIX y XX (al menos, del período que abarca la vida del autor: 1874-1936).
  Algunos temas que me han gustado: la importancia de hablar bien, de saber lo que se quiere decir y pensar las frases antes de decirlas; hacer las cosas con el fin de disfrutar, de pasarlo bien, no de tener éxito ante los hombres; la lógica del agradecimiento, de la gracia (enlaza con lo que estoy leyendo en La libertad interior, de Jacques Philippe); la crítica que hace del pesimismo (etc) de su época, hablando de la cual dice “la convención de la falta de convención” (p.177) que me ha recordado a MacIntyre y que sigue con algo que recojo en una ficha: que la única herejía prohibida era la ortodoxia. Es un tema muy actual, con base en el escepticismo. Me ha llamado también la atención el gusto por la lectura y la escritura desde pequeño y en la edad adolescente.

  Chesterton tiene un modo de expresión a veces un poco enrevesado. Usa mucho de la paradoja y juega con las palabras. Criticando una obra de Yeats dice, por ejemplo: “Lo único malo de El lugar de los deseos del corazón, es que el corazón no lo desea”. Esa retórica me ha gustado, pero hace al libro un poco pesado de leer (seguramente por la falta de costumbre). Tiene una exposición que recuerda a otros anglosajones: un ir cambiando de un tema a otro, sin previo aviso, para volver después al primero... Cada capítulo gira en torno a algo. Hay que descubrir ese algo para entender la lógica del capítulo. No iría mal una segunda lectura.